La mayoría de las instalaciones cuentan con baños separados para hombres y mujeres, indicados por unas marcas en unas cortinas. En el interior hay un vestuario para dejar tu ropa y efectos personales. No necesitas llevar nada, ya que en casi todas las instalaciones hay una selección de geles, jabones y exfoliantes. Puedes cubrirte con una pequeña toalla, pero no debes meterla en el agua.
Cerca del vestuario están las duchas, todas equipadas con champú, acondicionador y gel, así como con una banqueta y un cubo. Siéntate y échate agua caliente con el cubo. Lávate bien y ten cuidado de no salpicar a los demás. Cuando estés limpio, puedes entrar en los baños. Recuerda que los niños no pueden entrar con juguetes. El agua de las termas suele estar a unos 40 grados centígrados, así que sal de forma regular para que no te dé un golpe de calor.
En la recepción del onsen o del ryokan —posada de estilo tradicional japonés— te darán un yukata para que te lo pongas en las zonas comunes de las instalaciones. Otra opción es que te lo dejen en un cajón en la habitación. Lo puedes llevar incluso en el exterior con las sandalias tradicionales japonesas, llamadas geta.
Muchas de las termas japonesas son famosas por sus propiedades medicinales y llevan siglos usándose para revitalizar cuerpo y mente. Sin embargo, no todos los baños japoneses son iguales. Los minerales de las aguas termales cambian según la fuente pero, en general, este tipo de aguas alivia el dolor muscular, la rigidez de las articulaciones, los catarros, las hemorroides, los cortes, las quemaduras, la fatiga general y otras dolencias.
Quizás también hayas oído hablar de los sento, o baños públicos. Se diferencian de los onsen en que tienen agua corriente normal y no aguas termales naturales.